lunes, 22 de marzo de 2021

Fragmento sobre el incidente del zarcillo recogido por Perú de Lacroix en el Diario de Bucaramanga

Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón

 Su Excelencia se levantó hoy con un poco de ánimo de salir de paseo a caballo. Regresó más alegre y conversador; así que aproveché para que me hiciera algunas confidencias sobre sus sentimientos de él acerca de mi señora Manuela:

“¿Me pregunta usted por Manuela o por mí? Sepa usted que nunca conocí a Manuela. En verdad, ¡nunca terminé de conocerla! ¡Ella es tan, tan sorprendente! ¡Carajo, yo! ¡Carajo! ¡Yo siempre tan pendejo! ¿Vio usted? Ella estuvo muy cerca, y yo la alejaba; pero cuando la necesitaba siempre estaba allí. Cobijó todos
mis temores...”

Su Excelencia hizo aquí una pausa y luego pronunció:

“¡Siempre los he tenido, carajo! (S.E. se interrumpió y me miró suplicante, fijamente, como tratando de averiguar algo. Bajó la cabeza y pensé que se había dormido; pero empezó nuevamente a hablar). Usted De Lacroix la conoce: ¡Todos, todos la conocen! No, no hay mejor mujer. Ni las catiras de Venezuela, ni las momposinas, ni las... ¡Encuentre usted alguna! Esta me domó. Sí, ¡ella supo cómo! La amo. Sí, todos lo saben también. ¡Mi amable loca! Sus avezadas ideas de gloria; siempre protegiéndome, intrigando a mi favor y de la causa, algunas veces con ardor, otras con energía. ¡Carajo! ¡Ni las catiras de Venezuela, que tienen fama de jodidas!

”Mis generales holgaron en perfidia para ayudarme a deshacerme de mi Manuela, apartándola en algunas ocasiones, mientras que yo me complacía con otras. Por eso tengo esta cicatriz en la oreja. Mire usted (enseñándome su grande oreja de S.E. la izquierda, que tiene la huella de una fila de dientes muy finos, y, como si yo no supiera tal asunto), este es un trofeo ganado en mala lid: ¡En la cama! Ella encontró un arete de filigrana debajo de las sábanas, y fue un verdadero infierno. Me atacó como un ocelote, por todos los flancos; me arañó el rostro y el pecho, me mordió fieramente las orejas y el pecho, y casi me mutila. Yo no atinaba cuál era la causa o argumentos de su odio en esos momentos y, porfiadamente, me laceraba con esos dientes que yo también odiaba en esa ocasión.


”Pero tenía ella razón: yo había faltado a la fidelidad jurada, y merecía el castigo. Me calmé y relajé mis ánimos y cuando se dio cuenta de que yo no oponía resistencia, se levantó pálida, sudorosa, con la boca ensangrentada y mirándome me dijo: ¡Ninguna, oiga bien esto señor, que para eso tiene oídos: ninguna perra va a volver a dormir con usted en mi cama! (enseñándome el arete). No porque usted lo admita, tampoco porque se lo ofrezcan. Se vistió y se fue.


”Yo quedé aturdido y sumamente adolorido, que en llamando a gritos a José, y entrando este, pensó que yo había sido víctima de otro atentado (aquí S.E. sonríe). En la tarde regresó debido a mis ruegos. Le escribí diez cartas. Cuando me vio vendado claudicó, al igual que yo, en la furia de sus instintos. Todo en dos semanas fue un delirio de amor maravilloso bajo los cuidados de la fierecilla. ¿Usted qué cree?¡Esto es una clara muestra de haber perdido la razón por el amor! El gran poder está en la fuerza del amor.
Sucre lo dijo.


”Manuela siempre se quedó. No como las otras. Se importó a sí misma y se impuso con su determinación incontenible, y el pudor quedó atrás y los prejuicios así mismo. Pero cuanto más trataba de dominarme, más era mi ansiedad por liberarme de ella.


”Fue, es y sigue siendo amor de fugas. ¿No ve? Ya me voy nuevamente. ¡Vaya  usted a saber! Nunca hubo en Manuela nada contrario a mi bienestar. Solo ella. Sí, mujer excepcional, pudo proporcionarme todo lo que mis anhelos esperaban en su turno. Mire usted. Arraigó en mi corazón y para siempre, la pasión que despertó en mí desde el primer encuentro.


”Mis infidelidades fueron, por el contrario de las experiencias, el acicate para  nuestros amores, después de lo violenta que fuera la escena de celos de esta mujer. Nuestras almas siempre fueron indómitas como para permitirnos la tranquilidad de dos esposos. Nuestras relaciones fueron cada vez más profundas. ¿No ve usted? ¡Carajos! de mujer casada a húsar, secretaria y guardián celoso de los archivos y correspondencia confidencial personal mía. De batalla en batalla, a teniente, capitán y por último, se lo gana con el arrojo de su valentía, que mis generales atónitos veían; ¡coronel! ¿Y qué tiene que ver el amor en todo esto? Nada.


”Lo consiguió ella como mujer (¡era de armas tomar!) ¿Y lo otro? Bueno, es mujer y así ha sido siempre, candorosa, febril, amante. ¿Qué más quiere usted que yo le diga? ¡Coño de madre, carajo!” (Presiento que esta será la última vez que S.E. me hable así, tan descarnadamente: sí, de sus sentimientos de él hacia mi señora Manuela). Hubo un silencio largo y S.E. exaltados los ánimos, se fue sin despedirse. Iba acongojado, triste; balbuciendo: “Manuela, mi amable loca...” 


123TV "Sueña Imagina y Crea"

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Compiladora: Giovanna Proaño Moreno

Ilustración: Yeison Zambrano "Cáspitas"

 

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