martes, 16 de marzo de 2021

Cuento Infantil: Un cuento para Manuel de Alfredo Maneiro

Género: Cuento infantil     Autor: Alfredo Maneiro  

Breve reseña: Lo que aparentemente es una tierna fábula de pajaritos se convierte en una hermosa explicación de lo que significa la igualdad, la fraternidad y la organización para luchar en contra de la injusticia social. Este cuento fue escrito por el gran líder político Alfredo Maneiro para su pequeño hijo Manuel.



Todo el mundo sabe que las lechuzas son muy habladoras y fastidiosas. Pero nunca he visto una conversadora que Lucrecia. Todos nosotros cuando pasamos por la mata de quebracho donde Lucrecia vive, procuramos no hacer ruido ni llamar la atención, porque si Lucrecia nos siente nos llama, comienza a conversar y pasa horas y horas hablando.

Hace días pasaba por allí con el silencio de siempre cuando me sorprendió la ronca voz de Lucrecia:

-  Epa! A dónde vas tan callado? Ven, que quiero decirte algo.

- Qué hubo? -respondí- pasaba por aquí, creí que estabas dormida y no quise despertarte.

Lucrecia se rió viéndome confundido y dijo:

 - No te preocupes por justificarte, en realidad no tengo ningún interés en hablar contigo. 

Pero sé que pronto viene Manuelito, también sé que él es mucho mejor que tú y yo conozco algunas historias que a lo mejor le gustan y quiero mandárselas contigo así que siéntate y escúchame con atención.

Dígame esto! -pensé- ahora resulta que Lucrecia y que sabe historias.

Está lechuza que es más floja que una papa y que nunca se ha bajado de esa rama, no puede saber ninguna historia.

A pesar de que sabía que Lucrecia no podía saber nada y mucho menos saber algo que le interesará a Manuelito, me senté en una piedra, pues cara de fastidio y me dispuse a escucharla.

Lucrecia comenzó: 

- Nunca te ha llamado la atención lo felices, alegres, libres y simpáticos que son los pajaritos?

- Claro que me he fijado en eso! -le dije-

Sin hacerme ningún caso, y olvidándose por completo que me había hecho una pregunta, Lucrecia continúo:

- Pues no siempre ha sido así. Fíjate cómo son las cosas: hace mucho tiempo, los pajaritos vivían felices y libres como ahora. El tordito, el pedroluis, la paraulata, el cristofué, el turpial, el tucusito y hasta el pájaro tilín, todos vivían bien y andaban contentos. Picando guayabas maduras, comiendo bonitos, chupando naranjas, llenándose de cambures y mangos, bañándose en las quebradas y volando entre los árboles, pasaban todo el día. Estaban tan contentos y eran tan felices como en esos tiempos.

Todo era así como te digo y nadie tenía quejas de nadie.

Pero ocurrió que una vez, se reunieron varios gavilanes que son animales flojos y malicia pero vivos y fuertes, y uno de ellos (el que llaman pollero, que es el peor de todos) le digo a los demás:

"Fíjense, amigos gavilanes, en los pajaritos. No saben trabajar. Tan bueno que es el cristo fué picando guayabitos y cómo pierde el tiempo buscando cambures como los turpiales cuando él para eso no es tan bueno. Igual la paraulata, tan bonito que canta y en vez de cantar siempre se distrae con el tucusito buscando lombrices."


"Verdaderamente -dijo el gavilán tao tao- y dígame usted el periquito, que es tan bueno buscando cerezas empeñado en pescar con el alcatraz. Así ni el alcatraz pesca como debe ni el periquito encuentra suficientes cerezas. Verdaderamente los pajaritos no saben trabajar."

Sí señores gavilanes -dijo el gavilán primito, quien, por cierto, nunca había trabajado en su vida- los pajaritos no saben trabajar. Lo que les falta es orden y disciplina. Yo creo que nosotros debiéramos encargarnos de eso, para que se acabe la perdedora de tiempo y los pajaritos trabajen bien.

Esa situación hay que arreglarla a la fuerza."

Como tú sabes -me dijo Lucrecia- el gavilán primito a pesar de que es pequeño, es muy peleador y le gusta arreglar todos a la fuerza.

"Asunto decidido -dijo el gavilán pollero, volviendo a hablar- Nosotros nos encargaremos de eso y verán ustedes cómo habrá orden y trabajo en el mundo de los pájaros. Mañana mismo comenzaremos."

Dicho y hecho. Al día siguiente comenzó un nuevo orden. Los gavilanes la emprendieron a golpes con los pajaritos. No dejaron que los pajaritos amigos se juntan. Obligaron al cristofué a buscar guayabas todo el día. Al periquito a encontrar cerezas, al alcatraz a pescar, al turpial a mejorar su canto y a cantar siempre. Y así con todos los pajaritos.

Cómo tú comprenderás -siguió diciendo Lucrecia- Ahora el cristofué recogía muchas guayabas, el periquito muchas cerezas, el alcatraz pesca a mucho. Y así, por muchas guayabas y cerezas que se comieran (y debes saber que los gavilanes no los dejaban comer mucho) siempre quedaban guayabas, cerezas, mangos, naranjas, pescados, que se comían los gavilanes.



Los gavilanes vivían sin hacer nada. Solamente vigilando la disciplina y el trabajo entre pájaros y comiendo más que todo el mundo.

Así pasó bastante tiempo.

Pero aún vez, cuando los pajaritos ya habían terminado de trabajar y se iban a dormir, dijo el tordito:

- Ya no aguanto más! Tengo el espinazo cansado y el piquito roto de tanto buscar fruticas de monte para que esos gavilanes engorden.

Lo que es mañana pego un brinco y se acabó! (los torditos se mueven pegando un brinco, por eso cuando un pajarito se muere los demás dicen pegó el salto del tordito).

- Bonita cosa vas a hacer! -dijo el turpial- a mí también me tienen cansado y con la garganta doliéndome de tanto cantar y cantar para distraer a los gavilanes. Pero yo creo que no hay que morirse, porque si hacemos eso los gavilanes se morirán de hambre y de tristeza porque no habrá quien trabaje para ellos ni quién les cante, pero nosotros también estaremos muertos.

- Así se habla -dijo el periquito- lo que hay que hacer es pelear con los gavilanes y recobrar la libertad.

- Pero es que ellos son tan fuertes y nosotros tan débiles! -se quejó la pavita- no podremos hacerles nada.

- No seas tonta! -comentaron el pedroluis y la paraulata- somos débiles pero somos muchos. 

Vamos ya a atacarlos!

Tienen razón esos dos -dijo el turpial, dirigiéndose a todos los pajaritos- pero no debemos hacer lo que ellos dicen. Si todos atacamos a los gavilanes ya, ganaremos, pero muchos terminaremos muertos sin necesidad. Los gavilanes nos han enseñado a organizarnos para trabajar para ellos. Ahora debemos organizarnos para pelear contra ellos. Que cada quien haga lo que mejor sabe hacer, escogemos el mejor momento y todos organizados obligaremos a los gavilanes a qué más se respeten y volveremos a ser libres.

Todos estuvieron de acuerdo con el turpial. Lo escogieron como jefe y él organizó a los pajaritos para la pelea. Él dijo que el mejor momento era el amanecer, porque así le s pajaritos estarían descansados y los gavilanes durmiendo, porque se despertaban muy tarde. Al amanecer los pajaritos ocuparon el puesto que les asignó el turpial. El alcaraván fue puesto de centinela. Los periquitos tenían que atacar en grupo haciendo mucho escándalo para asustar a los gavilanes, los alcatraces picarían desde arriba las cabezas de los gavilanes como si fueran pescados, los cristofués, acostumbrados a buscar guayabitas en el suelo, picarían las patas de los gavilanes. Cada uno tenía su puesto, y a mí -dijo Lucrecia-, como soy muy observadora y me fijo en todo, el turpial me dijo que mi papel era ver todo lo que pasaba para poder contárselo después a los niñitos. Pero -se lamentó Lucrecia- por aquí no hay ningún niñito y por eso tengo que contártelo a ti para que tú se lo escribas a Manuelito.


Por la mañanita, cantó el turpial la señal y todos los pajaritos cumplieron su misión. Los gavilanes no podían alzar la cabeza porque los alacranes no los dejaban. No podían correr porque los cristofués les picaban las paticas. No podían esperar ayuda porque los alcaravanes vigilaban el camino. No podían resistir el ataque de todos los pajaritos y a mediodía se rindieron.

Después entonces los pajaritos volvieron a ser libres. Y no sólo eso sino que algunos pajaritos que querían que los gavilanes vencidos trabajarán para ellos, fueron regañados por el turpial, quién les dijo:

- No señor! Los gavilanes también serán libres pero tendrán que trabajar por su cuenta para poder comer. Todos seremos libres. Ningún pajarito vivirá del trabajo de los demás, ni siquiera de los gavilanes. Todos seremos iguales y viviremos felices y contentos.
Y así fue. Y si tú te fijas bien te darás cuenta que así nes todavía en el mundo de los pájaros.

- Lucrecia -le dije- esa historia es bonita. Por qué no me la habías contado antes?

- Porque no me daba la gana -me contestó- ni antes ni ahora. Esa historia no te la estoy contando a ti. Te la digo para que se la mandes a Manuelito. Yo ya estoy muy vieja y no puedo ir a contársela personalmente. Y ahora vete, que quiero descansar.

Yo me fui pensando: De qué estará cansada Lucrecia? Ella nunca se baja de esa rama y lo único que sabe es hablar y hablar.

Cuando ya me iba oí que Lucrecia le gritaba:

- No te olvides de mandarle a decir a Manuelito que el turpial es el más noble, inteligente y lindo de los pajaritos. Que siempre lo quiera mucho y que cuando pueda se busque uno y se haga amigo de él.

Entonces me di cuenta de que el turpial tenía razón. Que Lucrecia es buena observadora y que saber y contar estas historias es un trabajo muy útil, porque si no, ningún niño las podría saber. 

Verdaderamente, Lucrecia tenía derecho a estar cansada. Después de todo ella no era tan fastidiosa y vale la pena ser amigo de ella. Ahora mismo voy a conseguir unas guayabitas para regalárselas.


Biografía de Alfredo Maneiro

Líder y activista social. Desde su juventud participó en la lucha de resistencia contra las políticas neoliberales de la IV República. Fue miembro fundador del partido "Causa R", también ejerció como profesor universitario.

Caraqueño de nacimiento, el 20 de enero de 1937. Descendiente de los próceres de la independecia Manuel y José Joaquín Maniero. Sus padres fueron Manuel Plácido Maneiro y Ana Leticia González

Sus estudios los hizo en la Universidad Central de Venezuela,  se graduó de licenciado en Filosofía con una tesis sobre Maquiavelo. 

Emprendió un trabajo político que dio como resultado la creación de la Causa R, dirigida a defender las luchas populares. 

Maneiro fue el fundador del movimiento siderúrgico de los matanceros y el nuevo sindicalismo. Su trabajo representó un movimiento de vanguardia que buscó dejar atrás la burocracia, la corrupción y otros vicios de las organizaciones políticas y laborales que existían para esos tiempos.

El 24 de octubre de 1982, sufrió un problema cardiáco y falleció en el Hospital Clínico Universitario de Caracas.


123TV "Sueña Imagina y Crea"

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Compiladora: Giovanna Proaño Moreno

Ilustración: Yeison Zambrano "Cáspitas"

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